Jump to content

Featured Replies

Publicado

Capítulo 1: Azul es el sueño

Santiago de Chile.
Me llamo Luis Bustamante, tengo 34 años y nací con el corazón teñido de azul. No vengo de la élite del fútbol, ni tengo vitrinas llenas de medallas. Pero si algo me sobra, es pasión. Pasión por este escudo. Por esta camiseta. Por este club que, para mí, lo es todo.

Nunca fui jugador profesional, aunque estuve cerca. Pasé por varios juveniles, y si bien nunca destaqué por habilidades extraordinarias, mi camiseta siempre quedaba empapada en sudor. Daba hasta el último aliento. Mi último intento fue en la universidad. Fue mi última bala… y fallé. Las lágrimas caían sin poder contenerlas. Sabía que no bastaba solo con el esfuerzo.

Pero algo valioso salió de todo eso. Cuando me despedía de mi sueño, el entrenador se me acercó y me dijo algo que nunca olvidé:

“Tienes una visión interesante del campo. Sabes dar instrucciones, moverte sin balón, anticipar jugadas… quizás lo tuyo sea dirigir.”
Y ahí lo supe. No sería protagonista dentro del campo. Pero sí podía ser el arquitecto desde la banda.

¿Y cómo olvidar el momento en que lo entendí por completo?
Un partido cualquiera... para muchos. Para mí, el momento exacto en que mi mente se alineó con lo que el corazón venía gritando desde que nací.

El estadio estaba lleno. La gente empujaba con alma. El balón apenas se movía en el centro del campo y ya lo veía todo con claridad:
Un pase al delantero centro, que se carga hacia la banda derecha. El central y el lateral salen a marcar. Él pivotea al “10”, que de primera filtra un balón al lateral. Este mete el centro y el extremo izquierdo aparece solo para meter un frentazo certero: gol.
Gol del 2‑1. Gol de la victoria.
Y así, tal cual lo imaginé, ocurrió.
Ese día, supe que mi lugar en el fútbol tenía otra forma. Que lo mío era ver antes de que ocurriera.
Ese día empecé a soñar con ser técnico.

De chico, mi viejo me llevaba al Nacional. No teníamos mucho, pero cuando la U jugaba, éramos millonarios en ilusión. Yo miraba a los Salas, a los Goldberg, a los Johnny Herrera... soñando, sí, pero no con hacer goles o tapar penales.
Me habría encantado estar dentro del campo, asistiendo, filtrando balones, marcando el ritmo. Pero lo mío era diferente. Mientras otros jugaban, yo dibujaba partidos en mi cabeza. Calculaba espacios, leía jugadas antes de que ocurrieran.
Ya fuera dentro o fuera del campo, soñaba con llevar a la U a lo más alto.

Hoy ese día llegó.


El club de mis amores

Universidad de Chile.
Un gigante dormido.
Un club con historia, gloria y mística... pero también con heridas abiertas que aún duelen. La U no es solo un equipo, es una forma de sentir, de vivir. Es un amor que duele, que te arranca lágrimas, pero que también te regala abrazos eternos en la galería.

Es el club de Leonel, de Lucho Musrri, de Salas, de Diego Rivarola, de Johnny Herrera. El club que tocó el cielo en 2011, cuando el mundo conoció esa máquina azul de Sampaoli. Pero también es el club que ha tocado fondo una y otra vez.
Si no se sufre, no es la U.

Los últimos años han sido rudos. Temporadas marcadas por la incertidumbre, con directivas que van y vienen, con promesas que nunca se cumplen, con técnicos que duran menos que una ovación y jugadores que no entienden el peso de esta camiseta.
Y en medio de todo eso… el hincha. Siempre el hincha.

El hincha azul ha aprendido a vivir con el alma hecha pedazos. Ha ido al estadio con miedo al descenso, con la garganta apretada por la impotencia. Ha mirado cómo se apagan las luces de su historia, mientras otros se burlan o dan la espalda. Pero aún así, vuelve. Siempre vuelve.

Porque ser de la U no es una elección. Es una convicción. Es pararte en la galería con lágrimas en los ojos y cantar más fuerte que nunca. Es bancarte cada derrota y abrazarte con extraños cuando llega la victoria.
Es recordar que en medio del caos, en medio de la oscuridad, la U siempre vuelve a levantarse. Porque en los momentos difíciles, el león herido ruge… y es más peligroso y más fuerte que nunca.
Porque este club nació del pueblo, y el pueblo no se rinde.

No es el mejor momento para la U. El equipo arrastra temporadas de sufrimiento, con más dudas que certezas. Algunos se fueron. Otros están, pero sin alma. El hincha quiere volver a sentirse orgulloso, quiere volver a gritar con el pecho inflado, quiere volver a ser feliz.

Y yo… yo también.


El llamado

Lejos estaba yo de ser técnico profesional. Sin títulos, sin cámaras, sin reflectores. Pero había un lugar donde sí podía cumplir mi sueño: Football Manager. Ese juego no era solo un pasatiempo, era mi pizarra, mi laboratorio, mi escape… mi forma de vivir el fútbol como siempre lo soñé: desde el banco, como estratega, como guía.

Ahí podía dirigir al equipo de mi vida. Poner a la U en lo más alto. Imaginaba sistemas tácticos, ensayaba formaciones, corregía errores, potenciaba talentos. Me dejaba llevar por ese fútbol que siempre admiré: el inglés, con partidos de ida y vuelta, donde defender era atacar, donde cada jugada era un grito contenido, una adrenalina constante. Intenso. Agotador. Apasionante.

Y entonces apareció en mi vida el loco. Bielsa.
Ese técnico que me marcó.
Ese que no temía cambiar a una leyenda si no podía presionar. Ese que no se casaba con nombres, sino con ideas. Que elevaba lo táctico a lo sagrado.

Mis equipos, aunque fueran virtuales, ya tenían identidad. Intensidad, presión alta, valentía. No siempre ganaba, pero siempre dejaba el alma. Y mientras muchos soñaban con levantar copas, yo soñaba con ser el que diseñara el camino.

Hasta que un día, en medio de la rutina, leí un nombre: Will Still.
Un joven, como yo. Un apasionado del fútbol, como yo. Un tipo que también empezó dirigiendo desde un computador… y que terminó en un banco profesional.
Y ahí, algo dentro mío despertó: ¿y si no es tan imposible?

La U seguía en caída libre. Técnicos con renombre, extranjeros, chilenos con experiencia: nada funcionaba. El club se hundía. Y entonces, en una reunión interna, alguien lanzó una idea que para muchos fue una locura:
—“¿Y si probamos algo distinto?”—
Mi nombre apareció.

No hubo contrato millonario. Ni cámaras. Ni alfombra roja.
Solo una conversación honesta:

—“¿Estás listo para esto?” —me preguntaron.
“Estoy listo desde que tengo memoria.”

La prensa no tardó en lanzar dardos:
“Técnico sin experiencia en Primera”.
“El parche antes de la herida”.
“El experimento”.

No me importó. No estoy aquí por ellos. Estoy aquí por la gente que canta aunque perdamos. Por los que lloran de rabia y vuelven igual al estadio. Por los que se tatúan el escudo. Por los que viajan con lo que no tienen. Por los que sueñan, como soñé yo.


El sueño azul

Como todo hincha enamorado de su club y del arte del fútbol, mi ambición no se limita a ganar partidos: quiero hacer realidad el anhelo de millones de corazones azules. Mi misión no empieza en el marcador, sino en el espíritu de esta institución. Antes de buscar victorias, tenía que devolverle el alma a la U, impregnar de amor por este escudo a cada jugador y convencerlos de que, sobre todo, mojen la camiseta.

No vine a salvar la temporada.
Vine a devolverle el alma a este club.

Sueño con un equipo que se entregue sin reservas: que corra hasta vaciarse, que juegue con rabia y con belleza, que acepte la derrota si es necesario, pero nunca sin darlo todo. Quiero caminar hacia la Galería Sur al pitazo final y ver en esos rostros el orgullo de cada segundo luchado.

Anhelo un título, claro que sí. Pero más allá de levantar una copa, mi deseo es devolverle la dignidad a esta camiseta. Que mi hija crezca viendo a la U como la vi yo: invencible en su entrega y valiente en su estilo.

Este no es solo un trabajo: es una misión.
Y aunque me cueste el corazón, la voy a cumplir.

Mis objetivos están claros:

  • Igualar y superar a nuestro eterno rival en la lista de campeonatos.

  • Dar el paso definitivo y garantizar un estadio propio que sea el hogar que la U merece.

  • Forjar un legado de orgullo y unión que trascienda generaciones.

Porque el Sueño Azul no se mide solo en trofeos, sino en la fuerza de una hinchada que jamás abandona. Y juntos, lo haremos posible.

  • Autor

Era 25 de diciembre de 2023.
Mientras muchos abrían regalos junto al árbol, a mí me llegaba uno distinto, uno que llevaba esperando toda la vida.
Ese día firmé el contrato.
Ese día comenzó mi historia con la Universidad de Chile.

Un sueño que nació en las tribunas, que creció en las consolas con Football Manager y que ahora tomaba forma en el papel.
Pero este sueño no comenzaba en la gloria.
Comenzaba en las cenizas.

Porque en 2022 la U tocó fondo.
El León, ese que alguna vez rugió en Sudamérica entera, parecía agonizar. Tres entrenadores desfilaron por la banca. La dirigencia era un caos. El equipo, sin alma ni rumbo. El descenso estuvo a un suspiro. Y sin embargo… sobrevivimos.
En los últimos minutos.
A lo U.

Y como decimos nosotros:
“Si no se sufre, no es la U.”

2023 prometía ser diferente, pero fue más de lo mismo. Altibajos, frustraciones y una institución que aún no encontraba su norte.
Fue entonces cuando sonó mi nombre. Una apuesta. Un salto al vacío.

La dirigencia aceptó, aunque con condiciones:
Ellos controlarían las ventas, sin mi consentimiento.
Un golpe duro. Pero entendible. El club necesitaba estabilidad económica. Yo acepté… pero puse un límite claro.
Los fichajes los decidía yo.
Porque si el objetivo era devolverle el alma al club, no podía aceptar que cualquiera se pusiera esta camiseta.

Y así empezó el 2024.
Sin promesas vacías, sin luces de televisión.
Solo una verdad ardiente en el pecho: Pasión, disciplina y esfuerzo.

Esa es mi bandera. Eso es lo que voy a transmitir. Porque el León no está muerto.
Está volviendo a rugir.

Y ahora, más fuerte que nunca.

  • Autor

El rugido de un nuevo comienzo

A veces, las decisiones más importantes se toman en soledad. Durante semanas, mi cabeza no hizo otra cosa más que imaginar formaciones, combinaciones, perfiles. Las hojas del cuaderno ya no tenían margen. Garabateadas por la duda, llenas de flechas, líneas y nombres. Soñaba con cómo se moverían, cómo presionarían, cómo se asociarían. Aún no veía a mis jugadores. Aún estaban de vacaciones. Pero yo... ya jugaba los partidos en mi mente.

¿Línea de 4 o línea de 3?

Era la pregunta que me perseguía incluso mientras intentaba dormir. Sabía que la respuesta no estaba solo en lo táctico. Estaba en lo que sentía que podía representar: una U ofensiva, valiente, que se jugara el todo por el todo. Decidí ser fiel a mi convicción: presión alta, posesión insistente, tiros desde fuera del área, triangulaciones rápidas. El León no volvería a rugir desde la prudencia. Volvería a rugir desde la osadía.

Así nació mi primer once.


Formación Titular – La U versión audaz

Portero: Gabriel Castellón – firme, seguro, tranquilo. Mi primer muro.
Defensas: Zaldivia, Ojeda, Calderón – tres guerreros, valientes, con salida limpia y buen juego aéreo.
Mediocampo en diamante abierto:

  • Marcelo Díaz como mediocentro defensivo: la brújula, el capitán espiritual.

  • Marcelo Morales (izquierda) y Fabián Hormazábal (derecha) como extremos de ida y vuelta: vértigo puro.

  • Lucas Assadi como enganche: el genio, el diferente, el que ve donde nadie ve.
    Delanteros:

  • Leandro Fernández (izquierda): intensidad, rebeldía, magia.

  • Luciano Pons (centro): el tanque, el pivote, el que da la pelea.

  • Cristian Palacios (derecha): el gol hecho persona.

No tenía dudas: ese sería mi equipo A. Pero una sombra me rondaba: el plantel era corto. Muy corto.


Adaptarse o caer

Las reglas económicas del club me ataban de pies y manos. No podía salir al mercado como quisiera. A lo sumo, un esfuerzo puntual. Pero era arriesgado. Por eso, la respuesta no estaba en traer… sino en adaptarme. Cambiar el esquema, mutar, proteger.

Así creé mi equipo B. Una versión más contenida, más clásica, pero igualmente competitiva.

Portero: Toselli – el sabio, el experimentado.
Defensa en línea de 4:

  • Gómez (derecha), Tapia y Salazar (centrales), Castro (izquierda).
    Mediocampo en rombo cerrado:

  • Israel Poblete como ancla.

  • Guerrero y Mateos por los costados.

  • Sepúlveda como enganche.
    Delantera:

  • Renato Huerta y Nicolás Guerra – juventud, chispa, hambre.

Dos equipos. Veintidós guerreros. No el plantel más largo, pero sí uno que podía construirse desde el corazón.


Primer entrenamiento – El inicio de todo

Y llegó el día.

Los jugadores comenzaron a llegar. Algunos curiosos. Otros con reservas. Me vieron joven, tal vez demasiado. ¿Quién es este? ¿Otro más que viene a prometer? Leí esas preguntas en sus miradas. Pero también vi esperanza. Algunos estaban dispuestos a escuchar, a creer. Y eso me bastó.

Establecimos las normas. Claras, firmes, sin ser opresivas. Seriedad, respeto, hambre. Les hablé de aspiraciones: luchar el campeonato. No todos lo tomaron bien. Vi cejas levantadas. Vi dudas. La primera grieta.

Entendí, en ese momento, que mi trabajo no solo era táctico. Era emocional, psicológico, humano. No solo había que ordenar un equipo. Había que unir un vestuario roto.

Y para empezar a hacerlo, les propuse lo más simple… lo más puro:
Juguemos un partido. Volvamos a lo básico. Al fútbol.

Y así comenzó la pretemporada 2024 de la Universidad de Chile.

No sé lo que traerá el futuro. Pero sí sé esto:
Yo no vine a sobrevivir. Vine a levantar a un gigante dormido.

  • Autor

CAPITULO 2: Pretemporada Enero

Todo comenzaba con un amistoso entre el equipo, los del primer plantel vs los juveniles, una charla técnica a todos incluyendo juveniles, aquí todos tendrían una oportunidad, y deberán mostrar la convicción que quiero que tenga el equipo, así fue que en un partido de ida y vuelta tanto los del primer equipo como los juveniles se "mataron" corriendo dentro de la cancha, presionando y yendo al ataque, el resulta al final fue para los del primer equipo, decantaron la experiencia y la calidad técnica, pero no quedaron tan tranquilos después de todo, los juveniles le metieron 3 goles y le metieron presión. Es así que se programaron 4 partidos más en este mes de enero, ganando todos y cada uno de los partidos, contra san Antonio y deportes iberia fueron los titulares, mientras que contra Fernández Vial y Deportes Melipilla salto a la cancha un equipo alternativo el equipo B, todos dieron resultados y aunque contra Deportes Iberia parece haber sido un partido apretado no fue para nada asi el trámite del partido, el equipo domino de principio a fin pero como era lógico el equipo aun no está del todo afinado, esto fue el resumen de

  • Partidos amistosos:

    • vs Juveniles: 6-3 (Palacios 2, Pons, Fernández 3)

    • vs San Antonio Unido: 7-2 (Palacios 4, Pons 2, Assadi)

    • vs Fernández Vial: 3-1 (Sepúlveda, Huerta, Guerra)

    • vs Deportes Iberia: 3-2 (Calderón, Fernández, Palacios)

    • vs Deportes Melipilla: 3-0 (Sepúlveda, Tapia, Guerra)

  • Rendimiento del equipo:

    • 5 victorias en 5 partidos

    • 22 goles a favor – 8 en contra

    • Goleadores destacados:

      • Cristian Palacios (9 goles)

      • Leandro Fernández (4)

      • Luciano Pons (4)

      • Nicolás Guerra y Sepúlveda (2 c/u)

    https://imgur.com/a/XeHLeey

  • Autor

Febrero, amistosos fallidos y un debut inolvidable

El mes de febrero se suponía que comenzaría con un partido de alto nivel: un amistoso contra Corinthians de Brasil. Era la oportunidad perfecta para medirnos ante un rival de jerarquía internacional y ajustar los últimos detalles antes del inicio del campeonato. Pero, como suele pasar en el fútbol, algo de último momento ocurrió y el amistoso se cayó. Cancelado.

No había tiempo que perder. Necesitábamos ritmo competitivo, probar cosas, aceitar automatismos. Así que, casi desesperadamente, antes de que se revelara el calendario oficial del torneo, buscamos alternativas. Logramos cerrar dos partidos de preparación: uno para el equipo B y otro para el equipo titular. No eran rivales cualquiera. Eran equipos que, más temprano que tarde, enfrentaríamos en el torneo. Elegimos a Everton de Viña del Mar y Unión La Calera. Ambos aceptaron sin problemas.

Dudas saltaron a la vista, no nos fue como esperábamos.

Everton nos ganó bien. Fue un 2-0 que dolió, porque nuestro equipo alternativo nunca logró entrar en ritmo. Y aunque entiendo que son jugadores que necesitan minutos, me preocupó ver la falta de reacción. El equipo titular, por su parte, comenzó bien ante La Calera. Mostramos intensidad, goles, buen juego. Íbamos ganando 4-2 y pensé: “Ya está, esto es lo que quiero ver”. Pero el fútbol te enseña humildad en un abrir y cerrar de ojos. Nos empataron sobre el final. 4-4. Otra vez, desconcentraciones, errores no forzados, y una sensación amarga de no haber cerrado el partido como debimos.

Pero algo quedo de estos dos encuentros, los jugadores no dejaron de insistir, de correr, de presionar, estaban impregnándose de esta filosofía de juego, algo dentro mío se emocionaba.

Y en medio de todo eso… se publica el calendario oficial.
¿Y el primer rival? Nada más y nada menos que Colo Colo. Nosotros como Locales.
Sí, nuestro clásico rival. El equipo que históricamente nos ha sacado una amplia diferencia, tanto en títulos como en partidos ganados. El más difícil de todos.
Ese sería mi debut.

No lo voy a negar: no era lo que esperaba. Tenía otros escenarios en mente para comenzar este proceso, algo más progresivo, menos expuesto. Pero en el fútbol no se eligen los momentos, se enfrentan. Y si Dios había dispuesto que ese fuera mi primer desafío, lo tomaría como lo que era: una prueba de fuego.

Una prueba para mí, para mi cuerpo técnico, y sobre todo, para mis jugadores.
¿Creían en lo que estábamos haciendo? ¿Realmente confiaban en mí?
Esa semana previa fue intensa, llena de trabajo táctico, de charlas, de ajustes… pero, sobre todo, de sembrar convicción. Porque si íbamos a enfrentarnos al gigante, no podíamos dudar ni un segundo.


Universidad de Chile – Colo Colo : el rugido del León

Y llegó el día.

El estadio Nacional explotaba. Lleno hasta la bandera. Azul por donde se mirara. No era solo un partido. Era el Superclásico. Era mi debut oficial. Era todo junto. Y cuando el árbitro pitó el inicio, lo entendí: era el momento.

Los primeros 5 minutos fueron de vértigo. Un ida y vuelta que parecía sacado de la Premier. Ellos llegaron primero con un remate elevado. Nosotros respondimos de inmediato con un disparo de Cristian Palacios que dio en el vertical izquierdo. Luego de los primeros 10 minutos vertiginosos el dominio era nuestro. Se sentía. Se notaba. Pero el fútbol tiene esos detalles que cambian todo: una jugada por su banda derecha, desborde de Bolados, Zaldivia queda atrás, centro al segundo palo, Parra engancha, remata... y gol, si empezábamos perdiendo el partido, el torneo, el super clásico....

0-1. Otra vez asomaban los fantasmas. Pero no bajé los brazos. Me acerqué al borde de la línea y grité:
“¡Sigan creyendo! ¡Sigan jugando como hasta ahora! ¡Mojen la camiseta!”
Y me escucharon.

Minuto 26. Centro desde la derecha de Gómez, lo controla el Chorri Palacios, amaga el remate, levanta la cabeza y mete un centro cruzado perfecto. Luciano Pons entra con todo y mete un frentazo que deja sin opción al arquero. Gol. 1-1. El estadio explota.

No nos detuvimos. Seguimos presionando, dominando, proponiendo. Minuto 33, otra vez Gómez por derecha, pase filtrado para Pons, este manda un centro rasante, y aparece Leandro Fernández para empujarla. 2-1. Lo dábamos vuelta.

Pero aún quedaba mucho. Y no todo era perfecto. Zaldivia estaba sufriendo por su banda. La velocidad le pasaba factura. Minuto 41, comete una falta y ve la amarilla. En el entretiempo no lo dudé: lo saqué. Entró Ignacio Tapia. No íbamos a regalar una expulsión.

Ajusté también el rol de Morales, más defensivo, para proteger esa zona. Dejé que los delanteros y Assadi tuvieran libertad para moverse arriba. El equipo entendió.

Minuto 75. Nuestro capitán ya no podía más. Exijo mucho, sí, pero el desgaste era total. Entró Poblete, para dar aire y orden. Y todo siguió funcionando. Colo Colo no encontraba espacios, no lograban penetrar. Nosotros sí. Aunque sin claridad, las ocasiones eran nuestras. Pero la tensión se sentía. Minuto 91, ellos tuvieron una chance clara. La erraron. Salida rápida de Castellón, pase a Poblete, de ahí a Assadi, este para Pons, centro raso… y Palacios define. 3-1. Minuto 92. La locura.

Hubo reclamos por un supuesto offside, el VAR lo revisó, todo válido. Un minuto más de agregado. Y en ese minuto, como si fuera un mensaje para todo el país, llegó el golpe final: falta, centro, y Ojeda de volea mete el 4-1.

Silencio en la mitad rival. Gritos, abrazos, lágrimas en la nuestra. Final del partido.
Mi debut. Nuestro rugido. Universidad de Chile 4 – Colo Colo 1.

Entrevista post partido – TNT Sports

Marcelo Díaz:
—Hola Luis, primero que todo felicidades por tu triunfo en el super clásico, es tu primer partido dirigiendo de forma oficial y lo haces frente al eterno rival de tu club y de qué forma. ¿Tenías pensado un triunfo por esta diferencia de goles?

Luis Bustamante:
—Hola Marcelo, muchas gracias. En mi mente siempre visualicé un triunfo, uno sueña con esto. Pero sería mentiroso decir que esperaba un 4-1. Sabía que podíamos hacer daño si aplicábamos lo que veníamos trabajando, y hoy los jugadores lo llevaron a cabo de forma brillante.

Marcelo Díaz:
—¿Cómo lo viviste desde el banquillo? ¿Se plasmó lo que querías en cancha?

Luis Bustamante:
—Fue una montaña rusa. Emoción, nervios, adrenalina. Pero a la vez, mucha confianza en este grupo. Desde el primer día les pedí que crean, que se esfuercen, que no den una pelota por perdida. Hoy se vio una presión alta, líneas adelantadas, fútbol ofensivo… nuestra idea se empieza a notar. Esto recién comienza, pero vamos por buen camino.

Marcelo Díaz:
—Comenzaron perdiendo, ¿sentiste presión en ese momento? ¿Pensaste en cambiar la estrategia?

Luis Bustamante:
—Sí, sentí el golpe, no te lo niego. Pero no dudé. Les transmití calma y les pedí seguir creyendo. No vinimos a especular, vinimos a recuperar nuestra identidad. Y eso significa luchar, proponer y dar espectáculo. No quiero un equipo que se rinda. Y ellos respondieron con creces.

Marcelo Díaz:
—Muchas gracias por tu tiempo, Luis. Que este sea el inicio de una gran campaña.

Luis Bustamante:
—Gracias a ti, Marcelo. Y un mensaje para toda la hinchada azul: gracias por repletar el estadio, por el aliento, por no abandonar. Esto recién comienza, pero les aseguro algo… el León volverá a rugir. Y más fuerte que nunca.

Así terminaba mi primera jornada, mi primer partido, con una victoria. Pero no había tiempo para relajarse. Ahora debíamos pensar en nuestro siguiente rival: Ñublense. Trabajamos la semana con la misma intensidad. Nos enfocamos en corregir errores, en fortalecer lo bueno, en seguir construyendo.

El partido fue muy parecido al anterior en cuanto al dominio. Tuvimos el balón, las ideas, las llegadas. Pero las desconcentraciones, una vez más, nos costaron caro.

A los 12 minutos tuvimos la gran chance de abrir la cuenta desde el punto penal. Nuestro capitán tomó la responsabilidad, pero falló. Y no fue solo un gol perdido. Fue un golpe anímico. No logró recuperarse del error. Aun así, el equipo no se cayó. Seguimos atacando, buscando, insistiendo. Y al minuto 40, tras un centro de Gómez, Leandro Fernández logró empatar el marcador con un buen remate. Pero la alegría duró poco. Ñublense nos empató tres minutos más tarde, con un gol de J. Campusano.

Así se fue el primer tiempo, 1-1. En el segundo tiempo salimos decididos a ganarlo.

A los 68 minutos, J. Gómez, que venía teniendo un gran partido, se destapó por derecha, vio el espacio y no dudó: remató cruzado y marcó el 2-1. Golazo. Seguimos empujando. Y a los 74, Leandro Fernández volvió a decir presente, marcando el 3-1. Todo parecía definido.

Pero el fútbol, otra vez, nos enseñó que no se puede regalar nada.
Hicimos dos cambios: Poblete por Díaz e Ignacio Tapia por Zaldivia. Y justo en ese momento, en dos jugadas puntuales, Ñublense nos empató. Primero Oyarzo descontó a los 75. Y luego, otra vez él, marcó el 3-3 a los 80.

El golpe fue duro. No lo esperábamos. Habíamos hecho todo para ganar. Pero no supimos cerrar el partido. El pitazo final dejó una sensación amarga.

Así terminó el mes de marzo. Con 4 puntos, un inicio de ensueño ante Colo Colo y un empate que nos deja una lección clara: en este equipo no se puede bajar la intensidad ni un segundo. Debemos seguir trabajando día a día. Esto recién comienza.

Únete a la conversación

Puedes publicar ahora y registrarte después. Si ya tienes una cuenta, accede ahora para publicar con tu cuenta.

Guest
Responder a este tema...

viendo esta sección 0

  • Ningún usuario registrado viendo esta página.