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Capítulo I: Brian O'Connor

Era un día normal de verano en Nápoles, con una lluvia ligera, de esas que los más pequeños disfrutan mucho y salen a jugar en ella. Y así era ese día, a pesar de la llovizna, había una considerable cantidad de gente en las calles. Y nuestro primer capítulo se centra en una de estas personas, se trata de Brian O’Connor, un hombre de una edad aproximadamente de 30 años de edad.

Brian estaba sentado en una banca de un parque, pensando en lo miserable que era su vida, pensando en si valía la pena sufrir tanto, pensando seriamente en acabar con su propia vida.

En eso, a unos metros de donde se encontraba sentado nuestro melancólico amigo, un hombre se despedía de quien parecía ser su madre.

- ¡Cuídate, que te vaya bien!- dijo el joven.

- ¡Gracias, échale ganas!

Brian se quedó pensando en esa última frase, “échale ganas”, se lamentó de no tener a nadie que le dijera eso, estaba completamente solo en esta vida. Pero bueno, después de todo lo que había hecho, no era para menos. Estamos hablando de uno de los diez criminales más buscados en Irlanda, este hombre era un experto en robo y falsificación, tanto de dinero como de documentos.

Razón por la cual, tuvo que salir de su natal Irlanda, y por azares del destino terminó en Italia, más específicamente, en Nápoles. Brian había decidido empezar desde cero, y se fue a uno de los lugares europeos más lejanos.

Pero tomar una decisión de empezar una vida desde cero implica muchas cosas, y Brian estaba sufriendo una de ellas. No tenía nada de dinero ni un lugar para vivir, además era domingo y ya era tarde para ir a pedir un trabajo por algún lugar de ahí. No tenía opción, si quería pasar la noche, tendría que hacer lo que sabe hacer, robar.

Así que se fue de aquel parque para un lugar menos transitado, y en una calle poco transitada encontró un auto de los que usa la gente de dinero, y se dispuso a abrirlo para ver si encontraba algunos euros dentro. Mientras lo abría empezó a sentir culpa, se había prometido a sí mismo, no volver a hacer nada ilegal otra vez. La última.

Como ya era algo habitual para él, logró abrir el auto rápidamente, y buscó. Debajo del asiento de pasajeros encontró una cartera, la ojeo rápidamente (dándose cuenta de que tenía bastante dinero) y se la llevó.

Brian se metió en un restaurante de comida rápida y pidió cualquier cosa. Cuando le entregaron su orden se sentó a comer mientras observaba la lluvia, posteriormente, se puso a revisar, ahora sí, con más calma la cartera. Tenía unos mil euros aproximadamente, tres tarjetas de crédito y un carnet. Sacó el carnet para ver a quien le había robado, quien sabe, tal vez Brian se volvería rico un día y podría ir a pagarle.

- Paolo Di Lauro… me suena esa nombre.

Y en cuanto dijo eso, un hombre lo tomó por el hombro y lo tiró al suelo y lo sacó de ahí arrastrando. Sí, parece que Paolo había encontrado rápidamente a Brian. Y sí, también puede que el nombre le sonara a Brian porque Paolo Di Lauro es el líder del Clan Di Lauro, parte de la familia de la mafia llamada Camorra.

- ¿Eres idiota? ¿Sabes a quién le estas robando?

- ¿Ahm… a ti?

- ¡Al mismísimo Paolo Di Lauro!

- Claro, bueno mira, ten tu dinero, solo tomé 5 euros, ¿está bien? ¡Adiós!

Brian se echó a correr, pero apenas había recorrido unos metros cuando dos hombres de traje y armados le cerraron el paso.

- Rompiste un mandamiento de los mafiosos, chico. Esto merece la muerte.

- Oye, tranquilo. Mira, podemos negociarlo, cuando era pequeño mi abuela me dijo que yo era bueno haci….

- Cállate ya. lo interrumpió Paolo con un puñetazo en el estomago.

- Señores, amárrenlo y súbanlo al auto.

Y así hicieron, los otros dos hombres tiraron a Brian y lo ataron, después lo cargaron y lo metieron en el asiento trasero del auto que Brian había robado antes. Condujeron durante algunos pocos minutos y se detuvieron en un lugar que parecía ser una fábrica abandonada, perfecta para matar a alguien sin que nadie se enterara en varios días.

Los otros dos hombres bajaron violentamente a Brian del auto, y Paolo buscó en sus bolsillos el arma que siempre llevaba, siempre, excepto hoy.

- Señores, revísenlo. Yo voy a regresar al auto, creo que dejé mi arma ahí.

Los hombres revisaron a Brian, no traía absolutamente nada de valor, en sus bolsillos delanteros tenía dos servilletas usadas y el ticket de compra de hace rato. En el bolsillo izquierdo de atrás tenía un carnet de entrenador sellado por la Federación Irlandesa de Futbol, los inútiles mafiosos le entregaron los cuatro papeles a Paolo cuando regresó.

- ¡Ah! ¿Eres mánager entonces?

- Pues…

- Cállate ya. A lo que íbamos. – Dijo esto mientras desenfundaba su pistola.

Pero justo en ese momento sonó el móvil de Paolo.

- Pff, que mala canción tienes ahí, eh.

Paolo solo le miró y le soltó una patada en el estomago.

- ¿Qué pasa, cappo? Te he dicho que no me llames a estas horas

- Lo siento, señor. Solo quería avisarle que ya hemos cerrado la compra del club.

- ¿De verdad? ¿Ya está todo el papeleo hecho?

- Sí, sí. Ya tenemos todo en orden. Ya hemos echado a la calle a toda la directiva y cuerpo técnico, solo queda que usted y su gente tomen lugares.

- Perfecto cappo, considera una buena paga por tus servicios.

- Gracias jefe. Lo veré pronto.

- ¡Hey, suelten al chico! Así que, Brian, - dijo mirando el carnet de entrenador- eres entrenador ¿no? ¿Qué te parece si te perdono la vida, a cambio de que lleves a mi recién adquirido equipo a la victoria?

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Capítulo II: Disfruta tu bebida. Podría ser la última

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Y así fue, los mafiosos podrán ser muchas cosas, pero cumplen su palabra. Le dieron el trabajo de mánager del Napoli a Brian y le perdonaran la vida siempre y cuando gané el triplete, ¿fácil no? Tal vez la cosa sería posible si Brian de verdad fuera entrenador, en realidad ese carnet de mánager es falso. Una de las pasiones del señor O'Connor siempre fue el fútbol, y ahora que iba a empezar una nueva vida, quería entrenar a un equipo amateur o semi-profesional, así que él mismo se hizo un carnet (recordando que es uno de los mejores falsificadores del mundo). Brian nunca se esperaba que las cosas sucedieran así, pero bueno, Brian era un gran criminal, tal vez igual o mejor que los mafiosos de los que es victima, seguro ya tenía un plan bajo el brazo.

- Oye, Di Lauro, mira, vamos a negociar esto- Paolo y sus hombres amagaron con sacar sus armas- Claro, no estoy en posición de negociar. Voy a replantear esto: Déjame hacer todo el trabajo deportivo a mi ¿ok? Conozco gente muy profesional, así tu puedes ocuparte más de... tus asuntos, tú sabes.

- De acuerdo, O'Connor. Como sabes, soy un hombre de negocios, estoy ocupado siempre. Y vamos, debes de considerarte un hombre afortunado, te estoy perdonando la vida y además evitándote la molestia de ir a buscar un empleo.

- Tienes razón. Ten cuidado, no te vayas a pudrir de tanta amabilidad...

- Cuida ese tono O'Connor, cuida ese tono, ¿no quieres que nuestro trato se termine antes de tiempo, o si?

- Ya, tranquilo, una broma no le hace daño a nadie.

- Claro, ¿pero sabes qué? Toma estos 500 euros, y has lo que tengas que hacer. Yo me voy de aquí.

Ambos hombres se dirigieron a la puerta principal de aquella fabrica y Paolo subió a un auto que lo estaba esperando, bajó la ventanilla y dijo:

- ¡Hey, O'Connor! No intentes nada estúpido ¿capisci? Cualquier acción sospechosa y te doy cinco minutos de vida antes de que tengas cuatro balas justo aquí - señalando el corazón de Brian - así que, para mayor comodidad, usa este reloj, tiene un rastreador vía satélite para saber todos tus movimientos. Si te lo quitas, si lo desactivas, si lo rompes, si le pasa algo... sabes las consecuencias, ¿no?

Brian se puso el reloj, miró de mala manera, mientras que Paolo y sus hombres se fueron en su lujoso y caro auto italiano. Brian estaba solo, sin un lugar en donde dormir y con solo 500 en efectivo. Aunque claro, el señor O'Connor después de tantos crímenes pasados tenía su propio dinero, bastante. Pero para tener acceso a él necesitaba a su gente, y solo había un problema: todos estaban en Irlanda.

Brian caminó varias calles mientras trataba de solucionar el pequeño problema que se le acababa de presentar cuando a unos metros de donde estaba vio a un joven bajando de un auto deportivo italiano para posteriormente entrar a una casa de apuestas deportivas. Esta era la oportunidad de Brian.

Se apresuró y fue con el joven del valet parking:

- ¡Oye, muchacho! Más cuidado vi que se te cayeron unas llaves justo debajo de ese auto.

- ¿De verdad? Muchas gracias, usted acaba de salvarme de un despido.

- No agradezcas, solo ten mas cuidado ¿si? :guiño: - Dijo esto a la vez que le daba una palmada en el hombro y le sacaba del bolsillo las llaves de ese auto deportivo.

El empleado, después de revisar debajo del deportivo, no encontró nada y se disponía a reclamarle a Brian, pero ya era tarde. Él estaba dentro de la casa de apuestas.

Brian recorrió rápidamente con la vista el lugar y localizó al dueño del deportivo, se encontraba solo en la barra.

- Un martini, por favor.

- Que sean dos, ¿qué estamos celebrando?

- Acabo de... adquirir mi primer Lambo.

- ¿De verdad? ¡Yo también acabo de estrenar el mío! Salud...

- Halden, Neal Halden. - Dijo Brian mientras brindaba.

- Bomer, Gino Bomer. Pues felicidades Neal, espero que sigas cosechando éxitos.

- Gracias, Gino, muchas gracias. Espero que podamos seguir hablando más adelante, tengo que ir a meter mi apuesta.

- Claro, adelante. Gusto en conocerte.

Brian hizo el mismo movimiento que con el chico que cuidaba el auto, le dio una palmada en el hombro y le sacó su móvil del bolsillo. Hecho esto, Brian salió rápidamente del lugar, y fue a por el auto con más rapidez para que el empleado no lo viera.

Condució hasta las afueras de la ciudad, en un especie de bosque, donde finalmente se detuvo para hacer una llamada.

- ¿Willie? Toma el primer vuelo para Italia que encuentres, te lo explico todo después. Solo tengo una cosa que decirte, estamos dentro otra vez...

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menos mal que son mafiosos de verdad y no los delincuentes que hay por estos rumbos..se lee bien, te sigo y esperemos ver que fortuna tiene el sr O´Connor

suerte

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